Me parece que fue ayer y sin embargo era el 9 de agosto del año 378 d.C., con un calor terrible que envolvía el aire en aquella tarde como tantos otros.
Recuerdo el olor de la hierba seca mezclada con el calor húmedo que subía del suelo, las cigarras cantando bajo un sol implacable y una ligera brisa. En busca de alivio, me refugié a la sombra de los altos árboles a lo largo de la orilla del río saboreando un dulce trébol de Prato recién recogido.
Desde esa posición, observaba a los bárbaros godos en la otra orilla del río.
Mientras observaba su travesía por los ríos, que en ese momento eran nuestras fronteras, a menudo me encontraba presenciando impotente la trágica escena de niños que se perdían y se ahogaban.
Y aún hoy, después de más de 1500 años, la historia de los refugiados se repite…
El emperador romano Valente les permitió entrar en nuestro imperio, y más y más.
Los godos, con su estilo de vida nómada y rudo, representaban un desafío cada vez más inmanejable. Muchos de ellos acabaron como esclavos, otros alistados en el ejército romano; era una táctica que conocíamos bien: separarlos para debilitar su poder como grupo, distribuyéndolos por la inmensidad de nuestro vasto imperio.
Esta estrategia no fue suficiente para neutralizar la amenaza: el emperador ordenó medidas cada vez más estrictas, severas y discriminatorias contra los godos.
La tensión crecía cada día más pero nunca hubiera imaginado que sería el principio del fin de nuestro imperio.
El emperador romano Valente decidió responder con violencia.
Las dos potencias se enfrentaron en la ciudad de Adrianópolis (actual ciudad de Edirne, Turquía), con un resultado más que inesperado.
El emperador Valente cometió el error de hacer que los soldados romanos se movieran a plena luz del día, durante un verano caluroso. Este movimiento masivo levantó una nube de polvo que alertó a los bárbaros del enfrentamiento inminente, eliminando así el efecto sorpresa.
Los godos demostraron una mayor habilidad estratégica y eficiencia, y derrotaron a las fuerzas romanas.
Muchos soldados romanos, asustados por los bárbaros, se rindieron y se entregaron a sus enemigos.
Los romanos en esos años no se esforzaron por comprender la dinámica social y cultural de los godos, esto llevó a la rebelión y la derrota romana.
Por el contrario, un enfoque basado en el diálogo, la comprensión y el respeto de las diferencias culturales podría haber favorecido la estabilidad y la cooperación entre las dos fuerzas… Después de años de dominio del Imperio, ¿fue este cambio de paradigma el comienzo de su caída?
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Numerosos países del mundo han dedicado años de estudio a la historia del Imperio Romano, una época en que éramos los amos del mundo e influíamos el curso de los acontecimientos globales.
El objetivo de conocer la historia es comprender sus éxitos y fracasos, evitando repetir los mismos errores.